La Fuente Roldán
No todo lo de la fuente es leyenda, sino también tradición. Desde el siglo XVIII, las aguas de la citada fuente se vienen utilizando con fines terapéuticos. Diego de Torres Villarroel escribió: “Entre las muchas y famosas fuentes medicinales que están descubiertas y examinadas en nuestra España, dudo que haya otras tan prodigiosas y de visibles virtudes como la de Tamames; porque además de ser sus aguas una casi universal medicina, suave, apacible y barata contra los más comunes achaques y quejas de nuestros cuerpos, son también preservativas de la sanidad, rendimiento a los que la beben, así de las enfermedades que actualmente cura, como de otras en que puede caer la naturaleza”.
Son varios y bellos los relatos de la “Fuente Roldán” que han llegado hasta nuestros días.
Uno de ellos arranca de los tiempos del emperador Carlomagno (724-814). Su reinado estuvo dedicado casi exclusivamente a las guerras de conquista. Sometió a los lombardos, avaros, sajones, bárbaros y en su intento de conquistar España, donde las discrepancias con los musulmanes parecían brindarle la oportunidad de grandes éxitos, llega hasta Zaragoza, gobernada por Soleimán, quien pretendía levantarse en armas contra su señor, Abderramán I.
Dándose cuenta el emperador de la dificultad de la empresa que quería acometer, ordena la retirada a sus tropas, entre las que se encontraba su sobrino Roldán; pero en el desfiladero de Roncesvalles, fueron derrotados por los árabes o vascones, sufriendo grandes pérdidas humanas.
Tras la derrota, cuentan que Roldán escapó hacia el interior de la Península, siendo perseguido por el español Bernardo de Carpio.
La desenfrenada y veloz huida provocó que el caballo de Roldán tropezara con una roca, hincando la rodilla y arrojando al caballero al suelo, no sin antes dejar el caballo su huella sellada y picar el caballero con la lanza la roca, originándole un orificio por el que empezó a fluir agua, como testimonio de que tal caballero por allí pasara.
Otros, en cambio, relatan que Roldán encontró la muerte a manos del español en el lugar de la batalla; por tanto, el agua no manó por su espada, sino que fue por causa de la de otro insigne caballero.
Una más versa sobre la historia de Don Rodrigo (m. 714? ), último rey godo. Cuando le sorprendió la muerte en Segoyuela, un caballero misterioso tomó su caballo y empuñó su espada. Al llegar a estos parajes, apeose a descansar apoyando el acero en una roca de que emergió agua con un sabor y olor especial, al igual que quedó sellada la piedra que pisó el caballo, como símbolo de la fuerza y el poder que su amo ostentara. Ante su asombro, las aguas de la Laguna Grande (por aquel entonces, se presupone, existía en este lugar una laguna formada por las aguas de la Reguera Grande y el río Los Valles) lo atraparon; y dicen que hay quien ha visto el reflejo de la espada esperando ser rescatada.